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Este es uno de los trenes de aquel entcnces en su recorrido por las bananeras. Foto: Archivo

Lunes, 21 de marzo de 2022     Por: Edilberto Aparicio Hurtado    Año 1982, lunes 1 de marzo, 5:30 am.    La enorme luz acaba de aparecer a lo lejos, viene saliendo de la vía que comunica Finca Malagueto con Malagueto Adentro. Desde hace varias horas el tren ha estado recorriendo todas las fincas y recogiendo los estudiantes cuyo destino será Puerto Armuelles en los colegios ESPA y San Antonio. La pesada máquina suena su inconfundible bocina anunciando que en unos minutos estará allí en frente, junto a la calle en donde ya están listos los muchachos para subir a bordo e iniciar su trayecto rumbo a la ciudad de las arenas.

Estamos aquí en Ceiba, ya se escucha el estrepitoso sonido de las pesadas ruedas de acero desplazándose sobre los rieles, mientras la potente luz ilumina la vía y se siente vibrar el suelo debido al peso de la enorme locomotora junto con sus vagones que se mesen de lado a lado.,

Al fin se detuvo, es la locomotora 723 y se siente el olor a arena quemada, la cual se derrama sobre la húmeda vía de metal, para aumentar la fricción y lograr frenar con más facilidad.

Los chicos rápidamente se acercan y cada quien sabe dónde le corresponde subir, pues hay vagones para damas y para varones, y también vagones exclusivos para estudiantes del colegio San Antonio.

Todos están a bordo, el brequero da una señal con su lámpara y el conductor hala una cadena para emitir ese sonido que anuncia la partida nuevamente. Esta muy oscuro dentro de los vagones por lo que algunos utilizan pequeñas linternas para acomodarse en sus asientos.

Algunos estudiantes están profundamente dormidos, pues vienen de lejos, de las primeras fincas por donde ha pasado aquel tren llamado “El Turismo”.

La enorme y ruidosa bestia atraviesa velozmente el último tramo de plantaciones de banano entre Guayacán y Corredor. Los vagones van repletos, se mesen de lado a lado y los chicos que van de pie deben mantener el equilibrio pues todos los puestos están ocupados, muchos chicos van acostados y dormidos sin permitir que los demás tomen asiento.

Los que están de pie en la puerta, solo les queda mirar hacia el frente donde solo hay oscuridad y de vez en cuando chorros de agua provenientes de los payasos, que riegan los bananales en época seca.

Aun hace frio, son casi las seis de la mañana, el tren se ha detenido en Finca Corredor en donde la espera en más larga, pues es una intersección de vías y muchas veces hay que esperar que pase otra locomotora proveniente de Puerto.

Muchos estudiantes han subido esta vez, es una finca grande y la mayoría viaja en tren, pues en poco tiempo llegarán a su destino y sobretodo sin costo alguno.

Yo estoy sentado, mirando hacia afuera entre las rendijas del vagón, hay muchos estudiantes que aún no suben, los trabajadores pasan en sus bicicletas hacia sus lugares de trabajo vestidos con ropa muy manchada, con su machete metido en una cubierta blanca hecha de tubo de PVC, y con su gancho de aluminio. Algunos viajan en carretas haladas por tractores y algunos caminan para llegar a su destino.

Estoy muy entretenido observando todo lo que ocurre allí afuera y de repente el sonido de partida interrumpe mis pensamientos. Los estudiantes que aún no suben se apresuran pues el tren comienza a andar y nadie quiere quedarse en tierra.

Los estribos de los vagones grises se llenan y la poderosa locomotora acelera la marcha, pues aún debe recoger más estudiantes.

El recorrido continúa y la siguiente parada es en los potreros para recoger dos o tres muchachos y de allí rumbo a San Bartolo. Luego de pasar el puente sobre el río con el mismo nombre del poblado, algunos chicos prefieren salir a ver el hermoso panorama que ofrece la naturaleza, ya no hay bananales por este sector, más bien árboles, aves, algunas iguanas y el espectáculo más esperado sin lugar a duda es la presencia de decenas de tortugas y lagartos en aquel lago situado entre San Bartolo y Agua Buena.

Era emocionante viajar de pie en la parte de afuera de los vagones, allí parado en los estribos, sintiendo la brisa, mirando la naturaleza , sujetándonos de los pasamanos y algunas veces sin sujetarnos para sentir la adrenalina, aunque si mi padre se diera cuenta, de seguro me hubiese dado una rejera de la que nunca me olvidaría como otras que siempre recuerdo, aunque pasen los años.

El tren recogía un chico cerca del botadero, otros más en la parada de Agua Buena y de allí la siguiente escala era en la calle principal como a doscientos metros del ESPA en donde todos los de pantalones y faldas azules deberían bajar y caminar un poco para llegar al colegio.

Solo quedaban a bordo los estudiantes de faldas y pantalones celestes quienes se bajarían en la última estación para de allí llegar al colegio San Antonio.

Que lindos recuerdos de aquella época, esas imágenes grabadas en mi mente, caminando sobre las vías del tren, saltando de polín en polín, corriendo para pasar el puente pues la maquina venía muy cerca y nadie quería ser destripado por enormes ruedas de acero.

Todo eso desapareció con el tiempo, solo quedan mis recuerdos que nadie podrá borrar y que me llenan de mucha nostalgia pues aquella fue una linda época y una maravillosa experiencia.